21 de enero de 2013

La Armada española en el siglo XVIII

La Armada española en el siglo XVIII
Manuel Reyes Hurtado García (ed.)
Silex Ediciones (Madrid); 15 diciembre 2012; 408 páginas
ISBN: 9788477375746
Precio: 24 €

Las visiones sobre la Armada española del siglo XVIII que se muestran en las páginas que siguen se han obtenido desde muy diversas perspectivas, tantas como autores participan en este libro. Las metodologías y las fuentes divergen, pero su punto de convergencia es el estudio de una Marina de guerra de gran magnitud, una empresa borbónica que puede considerarse casi un Estado en sí misma, de ahí la pluralidad de frentes de investigación. Estimamos que tan importante como las conclusiones obtenidas son las hipótesis que se plantean, las interrogantes que se abren, pues todo ello contribuye a paliar lagunas historiográficas.

En la primera década del siglo XIX asistimos a la cruel derrota de la Armada española en Trafalgar. 1805 es un hito, un punto de inflexión que pone fin a un largo y fructífero periodo de proyectos, de esfuerzos económicos, de innovaciones técnicas, de crecimiento de la flota, de logros científicos, de expediciones geográficas, de sacrificios humanos que tuvieron como centro a la Armada desde la instauración de los Borbones en el trono de España. Evidentemente, para que todo se viniera abajo fue preciso mucho más que un fracaso militar, y así fue, pues tres años más tarde se derrumbaba la propia dinastía. Ahora bien, la institución naval tenía unos fundamentos mucho más resistentes que el roble de sus navíos y fragatas, que en número creciente habían salido de los astilleros a lo largo del Setecientos, pues esas impresionantes y complejas máquinas eran simplemente la prueba práctica, el testimonio último, de la capacidad de unos oficiales y marineros cuya formación había preocupado sobremanera a la Corona. Las naves hundidas en los combates no lograron llevarse consigo al fondo de los océanos el fruto de décadas y décadas de lecturas, de estudio y de reflexiones. Las páginas de este libro pretenden mostrar la enorme e interesante labor llevada a cabo en el seno de la Armada española en todas aquellas esferas que debían hacer de ella un instrumento eficaz para continuar la política por otros medios, en suma, para enfrentarse a los enemigos con garantías de éxito, además de para hacer de la oficialidad de la Armada un conjunto de hombres que compaginó la ciencia con su profesión, pues una no era posible sin la otra en el siglo XVIII.

Robespierre

Robespierre
Una vida revolucionaria
Ediciones Península; Colección Atalaya
Barcelona; 20/09/2012
ISBN  978-84-9942-155-1
Páginas: 464 pgs.;  P.V.P.  29,99€ ; 16,00x23,70x3,40cm

Una magnífica oportunidad para conocer con profundidad a Robespierre
La mejor biografía de Robespierre, uno de los personajes más controvertidos de la historia europea.  
«Robespierre, el incorruptible, murió a finales de julio de 1794. Junto al abogado de Arrás, encontraron la muerte otros veintiún destacados revolucionarios. Saint-Just --no había cumplido treinta años-- estaba entre ellos. La burguesía liberal, encabezada por sus representantes girondinos, consiguió alterar, una vez más, el curso de historia revolucionaria»
«Robespierre sufría fuertes dolores de cabeza, trastornos gástricos y apenas dormía. Por la noche escribía discursos, organizaba la República, recibía informaciones de todos los territorios y se reunía con los colaboradores más cercanos. Semanas antes de morir, su salud se fue deteriorando».  María Toledano
Nos encontramos ante la biografía más completa del revolucionario  francés. Un exhaustivo trabajo que aborda desde la política a las relaciones familiares pasando por los años de formación como abogado y la construcción de una leyenda. Sus detractores hablan del monstruo del Terror, una de las mentes más sanguinarias de la Revolución Francesa. Sin embargo, más allá de los interesados tópicos se alza la figura, según otras opiniones, de un demócrata radical. Este libro es una magnífica oportunidad para conocer con profundidad a este sorprendente personaje de una importancia capital para la construcción de Europa y la posterior actividad de Napoleón.
El profesor australiano Peter McPhee explica cómo Robespierre (1758-94), el incorruptible, pudo encarnar los ideales republicanos de 1789 y el reino del terror (1793-94). Aquí se encara el dilema de si fue héroe o traidor de la revolución, forzado a defenderse o degenerado hasta la tiranía, respectivamente. McPhee se apea con que Robespierre es un joven de cualidades extraordinarias, con rostro humano, atrapado en contexto social de crisis que no daba para otra cosa que tragedia y heroísmo. A diferencia de los biógrafos precedentes, McPhee se afinca en la niñez y la juventud del abogado provinciano que arribó a Versalles hacia 1789. Robespierre es hijo habido fuera del matrimonio y arrastró esa «ilegitimidad» por siempre, la cual parece haber templado su voluntad de poder y explica su obsesión con todos y para el bien de todos los niños. También lo agobiaban crisis nerviosas, y McPhee adentra en esa incapacidad física de Robespierre para guardar distancia frente a la locura (en 1794) y demás cargas del liderazgo revolucionario.

1er capítulo PDF

Marruecos, ese gran desconocido

Marruecos, ese gran desconocido
Breve historia del protectorado español
María Rosa de Madariaga (Autora)
Alianza Editorial (Madrid);  Enero 2013
504 Páginas; 16 x 23,5 cm.; 24,00 €  IVA incluido
I.S.B.N.: 978-84-206-1016-0

A pesar de todo lo que la autora lleva escrito sobre las relaciones de España con Marruecos, quedaban aún muchas lagunas por colmar, en particular para el periodo de la Segunda República y la Guerra Civil y, sobre todo, para el periodo franquista desde 1936 hasta la independencia de Marruecos en 1956. De los cuarenta y cuatro años que duró el Protectorado, más de la mitad tuvo lugar durante el franquismo. En esta «breve historia», María Rosa de Madariaga, experta en esta zona del norte de África, explica los antecedentes: la posición de España ante la «cuestión marroquí», cómo era el Marruecos precolonial, quién era el sultán… y analiza cómo se constituye un falso protectorado como un «subarriendo» de Francia.

17 de enero de 2013

Largo Caballero


Título: Largo Caballero
Subtítulo: El tesón y la quimera
Autor: Julio Aróstegui
Sello editorial: DEBATE-RANDOM HOUSE MONDADORI S.A.
Lugar: Barcelona; Fecha publicación: 01/2013
Páginas: 966; Medidas: 151 X 237 mm
ISBN: 9788483069233; Precio con IVA: 32,90 €

Largo Caballero, un rescate espinoso
Una monumental biografía reivindica al político como clave del socialismo español
En él pudo más el tesón que la quimera, aunque ambas características han sido elegidas por el historiador Julio Aróstegui (Granada, 1939) para definir a vuelapluma, desde la portada de su último libro, a uno de los socialistas más influyentes del siglo XX. Largo Caballero(Debate), que se publica el próximo jueves 17, es sin duda la biografía más exhaustiva —ronda el millar de páginas— del personaje que pasó a la posteridad como el Lenin español, título que él desdeñaba como una “estupidez” y que su biógrafo desmonta: “Este apelativo apareció en 1933, no se sabe de dónde. Largo Caballero estaba convencido de que salió de filas comunistas o de representantes vinculados al comunismo de su propio partido. Siempre fue contrario a que le aclamasen así”.
Ese gran desconocido que es hoy Largo Caballero asistió en primera línea a los acontecimientos esenciales del siglo XX (dictadura de Primo de Rivera, caída de la monarquía, Segunda República, Guerra Civil y Segunda Guerra Mundial). Y no de cualquier manera: fue un preso en los campos nazis, un exiliado republicano en Francia, un presidente de Gobierno en un país en guerra, el primer socialista ministro de Trabajo, el líder de masas que mejor conectó con los sueños obreros, un sindicalista pragmático que a veces creyó en la revolución sin paliativos y a veces en el reformismo, un estuquista concienciado y sin instrucción... el único hijo de una criada y un carpintero que se divorciaron antes de que el bebé cumpliese dos años.
Para dibujar el poliédrico retrato, Aróstegui ha dispuesto por vez primera de la valiosa documentación del exilio acumulada por Rodolfo Llopis, amigo y correligionario, para escribir una biografía del sindicalista que nunca llegó a buen puerto. Gracias a las cartas y otros escritos, el historiador ha constatado la reconciliación —también ideológica— entre Indalecio Prieto y Largo Caballero en el exilio. “Una de las mayores satisfacciones de mi vida política”, escribió Prieto en mayo de 1946 sobre su otrora adversario, “la ha constituido mi absoluta coincidencia con él sobre el problema español, coincidencia que se operó sin haber cambiado entre nosotros media palabra, y que abarcó no solo lo fundamental sino detalles secundarios”.
 “La Historia no ha sido nunca complaciente con él. Pero es más notable aún, claro, que no ha sido nunca justa”, plantea Aróstegui, catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense. En su opinión, solo Juan Negrín le arrebata el triste título de dirigente republicano más vilipendiado.
Nació el 15 de octubre de 1869 en una humilde buhardilla de Chamberí, en Madrid, y murió, también rodeado de modestia, en un barrio de París en marzo de 1946. Nada, en su origen, invitaba a presagiar el protagonismo que alcanzaría en el sindicalismo, en la política y en las instituciones españolas. Nada, excepto los años que le tocaron, con su desmoronamiento de un viejo régimen y la llegada de uno nuevo por el que se abrían paso a codazos los menesterosos de antes. Un mundo distinto que fue un suspiro de la Historia y, en su caída, arrastró a Largo Caballero y a quienes como él habían encarnado el cambio. “Representó las grandezas y miserias de la época dorada del movimiento reivindicativo del proletariado que comenzó su historia en el siglo XIX”, señala su biógrafo.
En la vorágine de acontecimientos, Largo Caballero estuvo al frente. No siempre opinando lo mismo. Defendió la colaboración con la dictadura de Primo de Rivera —se toleró al ugetismo y al socialismo, se perseguían cenetistas y comunistas— porque creyó que beneficiaría a su causa obrera, contra el criterio de Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos.
A partir de 1928 se alejó y, poco después, se sumó al comité revolucionario que propugnaba el derrocamiento de la monarquía, aunque con miramientos. “Largo Caballero se opuso a la violencia en cualquier forma al tomar el poder y cuando Prieto dijo de bombardear el Palacio Real se opuso, sobre todo si les pasaba algo ‘a las chicas’, las infantas”, escribe Aróstegui citando a Niceto Alcalá Zamora, futuro presidente de la República y miembro del comité.
Las divergencias por la relación con la dictadura de Primo causaron la primera brecha en el socialismo. El papel que debían jugar en la aventura republicana las agrandó, “trajo consigo como efecto directo y perverso la culminación de una honda ruptura”. Aunque lo peor estaba por llegar: “En 1935 se abriría la fosa insalvable entre Prieto y Caballero. Y ese sí que sería el principio del fin”.
Al comienzo de la República —cima de la historia del socialismo; luego vendrían Felipe González y el cambio de 1982—, Caballero era un líder carismático , enfrentado a un Julián Besteiro disidente, contrario a implicarse con los republicanos. El secretario general de UGT se convirtió en un hiperactivo ministro de Trabajo, que en dos años dictó normas que regulaban los contratos, la protección de la maternidad, los accidentes de trabajo, la jornada laboral —se limitó a ocho horas—, las cooperativas o el empleo agrario. Enfrente se situaron la patronal, los propietarios agrícolas, los anarquistas y la oposición parlamentaria, aunque él la reivindicaba como “la obra de un socialista, no la obra socialista”. A pesar de que no se cumplió o se derogó en buena parte, Aróstegui señala que su legislación “marcó el paso a la creación de un verdadero Derecho del Trabajo”.
Tras la salida socialista del Gobierno, radicalizó su discurso. “Hoy estoy convencido de que realizar obra socialista dentro de una democracia burguesa es imposible”, dirá en un acto en 1933. Es cuando se forja el apelativo de Lenin y su fama de variable. “Fue poliédrico, incluso contradictorio, pero no tuvo otro objetivo que la transformación de la clase obrera”, plantea su biógrafo. En esos días radicales abraza una de las dos quimeras que, según el historiador, persigue erróneamente en su larga vida pública: la insurrección de 1934. “La otra fue querer luchar contra los comunistas en la guerra”, afirma.
Con los sublevados soplando sobre Madrid, asumió la presidencia del Gobierno en septiembre de 1936. Tenía 66 años y, según Portela Valladares, “angosto e intolerable pensamiento”. Nombró un gabinete de concentración “con un objetivo: derrotar al fascismo”. Recobró parte del poder central perdido y reconstruyó el Ejército, pero le pasaron factura el abandono de Madrid por parte del Gobierno y la oposición a la intromisión soviética en las operaciones militares. Su proyecto, según Aróstegui, fue “una amalgama de certeras intuiciones y de errores en su realización”. En el exilio aún le aguardarían experiencias más crudas. Tras ser detenido en Francia, fue recluido en el campo alemán de Sachsenhausen, dos años. “Cuando volvió a París”, afirma su biógrafo, “era otro hombre, más comprensivo y tolerante”.
Tereixa Constenla (El País, 15 enero 2013)
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/01/14/actualidad/1358186029_679005.html

 Fallece el historiador Julio Aróstegui

Su última obra, una magna biografía sobre el histórico líder del socialismo español, Largo Caballero, El tesón y la quimera (Debate), llega estos días a las librerías.

http://www.elcultural.es/noticias/LETRAS/4314/Fallece_el_historiador_Julio_Arostegui




8 de enero de 2013

El Cádiz de las Cortes

El Cádiz de las Cortes
LA VIDA COTIDIANA EN LA CIUDAD EN LOS AÑOS DE 1810 A 1813
Autor : Ramón Solís
Silex Ediciones (Madrid), 2012
Dimensiones: 17x24 cm; Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788477377238
Número de páginas: 488; PVP: 25,00 €

Del prólogo de Gregorio Marañón entresacamos algunos de sus párrafos  que nos ayudan a comprender cuál es el contenido artístico-literario y  erudito-científico de esta extraordinaria obra: “Pero Cádiz, en la época de las Cortes, no fue solo una urbe encantadora  como lo ha sido siempre, antes y después, sino una de las ciudades  creadoras de la España moderna”. “La descripción material de la ciudad es también impresionante por su  sobria realidad. El mar, las murallas protagonistas, casi míticas, en la Historia  gaditana, los paseos y los conventos e iglesias, las tiendas y despachos, los  edificios y las bibliotecas […]”.  “[…] van desfilando por el libro de Solís los gaditanos, desde los aguadores,  los barberos y los comerciantes modestos u opulentos, hasta los abogados y  los médicos, los militares, la gente de Iglesia, los petimetres y las señoritas,  los diputados a Cortes, la multitud que vocifera en las calles o asiste a las  procesiones o a los toros […]”.  “El autor ha construido no la crónica oficial de la ciudad en una de sus  etapas, sino la vida entera […]”.  Y para terminar con estas citas, Gregorio Marañón dice algo que es tan real  y tan brillante como la misma ciudad de la que se habla: “[…] Cádiz fue  desde el siglo XVIII la ciudad española de la gracia, la razón y la medida”.