La oportunidad del
libro no puede ser más evidente cuando Cataluña se encuentra inmersa, ochenta
años después de aquellos sucesos, en una espiral de sentimientos, más que de
razonamientos, que giran en torno a su posición en el seno, o extramuros, de
España. Alejandro Nieto no se deja llevar por los paralelismos fáciles pero
también destaca, como de paso (página 240), algo que, referido a 1934, podría
leerse en clave actual: “Los políticos españoles conocían de sobra las
intermitentes insurgencias catalanas, pero, dado su distanciamiento temporal,
se olvidaban fácilmente de ellas entre una y otra, como sucede con los
pobladores cercanos a un volcán entre erupción y erupción: una imagen bastante
precisa porque se sabe que el magma ígneo sigue en las profundidades aunque no
se recuerden ya las explosiones”.
La obra de Nieto es
merecedora de elogios por muchos motivos. No es el menor que con ella se nos
ofrezca una visión plural de los sucesos de octubre en Barcelona utilizando, en
muy buena parte, todas las fuentes disponibles así como las palabras de sus
protagonistas y dándonos una cumplida descripción del perfil humano de cada uno
de éstos, singularmente de Companys (“el hombre y el mito”), así como de las
formaciones políticas en liza. Hasta tal punto es así que el autor reconoce
que, con ligeras excepciones, “todo lo que aquí se dice está tomado de estos
autores [los propios catalanes] hasta el punto de que la obra podría titularse
El 6 de octubre visto por los catalanes”.
Las primeras noventa
páginas del libro describen en una brillante síntesis el contexto (los
contextos, para Nieto) previo a la rebelión del 6 de octubre: el advenimiento
del nuevo gobierno republicano que, tras las elecciones de 1933, había dado
entrada a la CEDA, el “fantasma separatista”, las pulsiones del “victimismo y
el anticatalanismo”, las tensiones entre “militares y paisanos” y entre los
principales partidos políticos catalanes y españoles. Algunas de las
afirmaciones ocasionales de Nieto en estas páginas iniciales (lo que en el
lenguaje jurídico se calificaría de obiter dicta) proporcionan en pocas
palabras explicaciones que algunos libros sobre la II República y la Guerra
Civil no han logrado descubrir: “lo importante era la naturalidad con que en la
cultura política española se aceptaban los movimientos contrarios a la
legalidad constitucional”.
Expuesto el marco y los
protagonistas del drama, Alejandro Nieto describe acto seguido los hitos más
próximos a la rebelión, antecedentes encuadrados en una secuencia de desafíos
que elevaban la tensión dentro de un escenario en el que “todos sabían que la
Generalidad iba a alzarse de un momento a otro, tal como sus consejeros
anunciaban sin reservas”. Destaca entre aquéllos el pleito constitucional sobre
la ley de cultivos, las tensiones de las autoridades catalanas con los órganos
de la Administración de Justicia (el incidente Badía) y la “huelga general
revolucionaria”.
La crónica de la
rebelión constituye el capítulo central del libro aunque, a nuestro juicio, lo
mejor del relato de los hechos de aquella primera semana de octubre no se
encuentre tanto en su descripción (sin duda exhaustiva y espléndidamente
documentada) sino, de nuevo, en el análisis y los comentarios de Nieto sobre
algunos de ellos. Valgan, por ejemplo, sus palabras sobre el acto central del 6
de octubre, esto es, sobre la proclamación “del Estado Catalán de la República
federal Española” que Companys hizo desde el balcón de la Generalidad,
manifiesto y proclama (“oxímoro indescifrable”) cuya “inconsistencia teórica y
vacuidad política” destaca y razona el autor. El capítulo concluye con las
invocadas justificaciones de la rebelión y sus posibles explicaciones, así como
los juicios favorables o desfavorables que unos u otros vertieron sobre ella.
Deja abiertas las dudas e interrogantes que persisten al respecto hasta el
punto de que, para Nieto, el 6 de octubre de 1934 sigue siendo un enigma aún no
definitivamente resuelto.
La reacción republicana
tras los sucesos de octubre es ampliamente tratada en el tercer y último capítulo del libro. Reacción que, afirma Nieto, “los analistas marxistas
denominan genéricamente contrarrevolución y los historiadores catalanes suelen
cubrir con el título, igualmente genérico, de represión”. Se desarrolló,
sucesiva o simultáneamente, en el ámbito parlamentario, gubernativo y judicial,
a cada uno de los cuales dedica su atención. Alejandro Nieto, jurista de larga
trayectoria, se mueve con particular soltura en la descripción y, sobre todo,
en el análisis de los debates parlamentarios del otoño de 1934 respecto de la
suerte que había de correr el Estatuto de Cataluña, una vez suspendidas las
facultades que en él se reconocían al Parlamento y al Gobierno de la
Generalidad. Y aprovecha, como es lógico, sus conocimientos jurídicos para
analizar también los pormenores de la causa seguida ante el Tribunal de
Garantías Constitucionales contra el presidente y los consejeros de aquel
gobierno, hasta la sentencia condenatoria de 6 de junio de 1935. Nieto es muy
crítico con el proceso, quizás en su acerba línea habitual contra otras actuaciones
jurisdiccionales, y lo califica de “retablo de las maravillas donde se
representaban ficciones que poco o nada tenían que ver con la realidad”.
Publicado el libro
antes de los últimos acontecimientos actuales (aprobación por el Parlamento de
Cataluña de la ley de consultas no referendarias y por el Gobierno de la
Generalidad del decreto de convocatoria de una de éstas, ambos recurridos y
suspendidos por el actual Tribunal Constitucional), no deja de ser sintomática
una de las constataciones que Nieto hace sobre lo sucedido en 1934: “La
Generalidad había renegado ya expresamente de unas de las piezas fundamentales
del sistema constitucional –el Tribunal de Garantías- resistiéndose a la
ejecución de sus sentencias y anunciando que “recibiría a tiros” [sic] a
quienes viniesen a Cataluña con la intención de hacerlas cumplir”.
Concluye el libro, ya
en sus páginas finales, con la “victoria de los vencidos”, una vez que las
elecciones de febrero de 1936 determinaron el vuelco de la situación política.
La “amnistía total” que incluía el programa del Frente Popular era proclamada
por Azaña al constituir su nuevo gobierno, y llevada pocos días después al
Consejo de Ministros. Companys, ya amnistiado, fue nombrado presidente de la
Generalidad y la ley de 2 de enero de 1935, por la que se había suspendido el
Estatuto, declarada inconstitucional el 5 de marzo de 1936, con lo que se
recuperaba el régimen autonómico vigente en 1934. El Parlamento de Cataluña,
por lo demás, celebró en mayo de 1936 un debate sobre los sucesos de octubre de
1934 que Nieto califica de “inesperado ajuste de cuentas” y cuyas conclusiones
en realidad nada aclaraban: “el trasfondo del 6 de octubre quedó no obstante
más confuso que nunca. Por un lado se insistió en su condición de gesto
heroico; pero al tiempo, y paradójicamente, nadie quiso responsabilizarse de
él, ni siquiera en un momento en el que ya no existía el menor riesgo”.
Nieto intenta no sólo
relatar sino “comprender” los hechos, interpretarlos y analizarlos
políticamente, partiendo de la abundante producción historiográfica que sobre
ellos existe, de la que utiliza la de mejor calidad. Su enfoque, como él mismo
avanza en la introducción del libro, considera el 6 de octubre de 1934 como “un
episodio de la historia de España –o más precisamente todavía, de la Segunda
República española- aunque se haya desarrollado en Cataluña”. Subraya, por otro
lado, la coexistencia de dos alzamientos en la mismas fechas, esto es, de un
lado la rebelión armada de la Generalidad y, de otro, la revolución social
proletaria desarrollada simultáneamente en toda España (principalmente en
Asturias y Madrid), siendo ambos colofón de un proceso que se venía gestando
antes y que continuaría después hasta culminar trágicamente en 1936. Insiste
una y otra vez en que su trabajo se contrae al primero de aquellos fenómenos,
distintos pero conexos, limitándose a apuntar la existencia del segundo en
Cataluña, aún no suficientemente investigado.
Destaca asimismo Nieto
la fractura existente entre las fuerzas políticas catalanas (principalmente, la
Liga, Esquerra y los anarquistas) en 1934, así como la técnica de practicar
“deliberada y sistemáticamente la trampa de la sinécdoque política”, esto es la
manipulación consistente en tomar la parte por el todo. Fractura que se añadía
a la contraposición, más amplia, entre dos concepciones de la república
opuestas, la federal y la unitaria, así como a la falta de empatía política
entre los diversos bandos, pronto convertida en ignorancia del adversario y generadora
de odios recíprocos.
En suma, el nuevo libro
de Alejandro Nieto es de lectura imprescindible para quienes quieran disponer
no sólo del relato de unos hechos obviamente revelantes en nuestra historia
reciente, sino de una reflexión limpia y equilibrada sobre ellos. La crítica de
Nieto sobre los sucesos de octubre de 1934 en Barcelona no es equidistante, en
el sentido que de este término desgraciadamente se viene imponiendo, sino
lúcida y particularmente comprometida: no con los intereses o las ideologías de
unos y otros, sino con lo que él considera que es la verdad, desvelada sin
prejuicios y con rigurosos criterios históricos, liberados de su “condición
ancilar de la política” y distanciados de “la propensión a realizar
reconstrucciones fantásticas del pasado”.