España levanta el puño
Pablo Suero
Edición e introducción de Mirtha Mansilla y
Alfonso López Alfonso
Editorial Renacimiento-Ediciones Espuela de
Plata
Colección España en Armas, nº 30
Sevilla, 2015
437 pp.
20 €
ISBN: 978-84-16034-47-5
España levanta el puño amalgama excelente prosa
periodística con cultura y curiosidad mundana. Es la crónica de una tragedia
anunciada, y por su estrambótica mezcla de lirismo, sangre y encanto, una vez
que se lee toma posesión de una parte de la memoria y allí permanece. En este
libro contemplamos el paisaje y el paisanaje español sobre el que se arrojaría
como una bestia cruel la Guerra Civil. Vemos, escuchamos, casi tocamos, a
personajes que imparten doctrinas que los convertirán en inductores y mártires
de la tragedia, como José Antonio Primo de Rivera; a otros que manejan los
entresijos de la política y radicalizan a las masas, como Indalecio Prieto o
Largo Caballero; y a quienes permanecen en un pedestal de prestigio, adorados y
lúcidos, pero lamentablemente solos, como Manuel Azaña. Y también vemos,
escuchamos, casi tocamos, la estoica y silenciosa tranquilidad de Antonio
Machado en un café, el descreimiento de Pío Baroja, la gloria de Jacinto
Benavente, la melancolía de Juan Ramón Jiménez, el entusiasmo de Ramón Gómez de
la Serna, el éxito de Alejandro Casona, el compromiso de Rafael Alberti y María
Teresa León, y, sobre todo, la vitalidad y alegría del mayor de los mártires:
Federico García Lorca.
Pablo Suero (Gijón, 1898-Haedo, Provincia de Buenos
Aires, 1943) emigró de niño a la República Argentina, donde desde muy joven
pululó por las redacciones de los periódicos para hacerse un nombre como
reportero e implacable crítico teatral. Poeta, traductor, dramaturgo, letrista
de tangos y director de escena, entre sus obras destacan los poemarios Los cilicios (1920) y Agonía de un mundo (1940), el drama
teatral Patagonia (1929) o el libro
de entrevistas Figuras contemporáneas
(1943), que apareció póstumamente. Sin embargo, hoy se le recuerda sobre todo
por ser amigo de Federico García Lorca, al que conoció cuando éste viajó a la
Argentina en 1933, y por los reportajes y entrevistas que contiene este libro
que el lector sostiene entre sus manos. Suero lo construyó tras viajar a España
a finales de 1935 y en él le toma el pulso a la realidad del país a través del
paisaje, el arte, los políticos y los escritores que vivieron las elecciones de
febrero de 1936, de las que saldría victorioso el Frente Popular y que se
convirtieron en las últimas de la Segunda República y en preludio del gran baño
de sangre que supuso la Guerra Civil.
Mirtha Mansilla (Río Seco, Tucumán, 1968) se ha
dedicado en los últimos años a rescatar y difundir la vida y la obra de Pablo
Suero, de quien es albacea.
Alfonso López Alfonso (Moncóu, Asturias, 1977)
colabora habitualmente con reseñas y artículos en el periódico La Nueva España, en la revista Clarín y en otras publicaciones. Ha
publicado los libros de relatos de tono autobiográfico Camino de vuelta (Trabe, 2008) y El tiempo baldío (Impronta, 2012). También se ha encargado de
editar, entre otros autores, a José Díaz Fernández, cuya narrativa breve reunió
en el volumen Luna del suburbio y otros
relatos (Renacimiento, 2013).
De
Pablo Suero, autor de un libro mítico, España levanta el puño, se sabían
muy pocas cosas. Que fue un periodista argentino amigo de García Lorca, que
visitó España en vísperas de la guerra civil, y poco más. Ahora Alfonso López
Alfonso, en un ejemplar trabajo de investigación (para el que ha contado con la
ayuda de Mirtha Mansilla, albacea de Suero), lo rescata de las sombras. Nació
en Gijón, en 1898, emigró de niño a Buenos Aires, muy joven se inició en el
periodismo, publicó una novela y dos libros de poemas, cultivó con éxito el
teatro comercial (Eva Perón fue actriz en una de sus compañías), entrevistó a
las grandes figuras de su tiempo, murió en accidente de automóvil una madrugada
alcohólica de 1943.
España
levanta el puño se publicó por primera
vez en Buenos Aires el año 1937, con prólogo de Enrique González Tuñón, y
llamativa cubierta de Julio Vanzo. Esa primera edición, muy saqueada por
ciertos estudiosos (Ian Gibson la tomó como hilo conductor de su libro Cuatro
poetas en guerra), era inaccesible para el lector común. La reedición del
2009 no aportaba ningún dato sobre su autor. Esta nueva edición añade además
dos interesantes apéndices y un álbum de fotografías en su mayoría inéditas.
En
diciembre de 1935, Pablo Suero llega a España; en febrero del 36, tras las
elecciones que dieron el triunfo al Frente Popular, regresa a Buenos Aires. Las
crónicas que fue enviando a Noticias gráficas y a Caras y caretas las
reúne en volumen, con algunos retoques, tras el estallido de la guerra civil,
que les había dado nueva actualidad.
No
han perdido nada de su interés. Su nerviosa escritura, su desdén por la
retórica, características del mejor periodismo, las ha impedido envejecer.
Comienza el volumen con una serie de breves anotaciones tituladas “Estampas de
España”. Pablo Suero, aunque nacido en Asturias, nos mira con ojos de
extranjero, sin aludir para nada a su origen. Por las calles de Barcelona,
suspendido el estatuto de autonomía, patrullan los guardias de asalto y los
guardias civiles, pero a pesar de eso le parece la ciudad de más intensa vida
nocturna; ni París, ni mucho menos Madrid, pueden comparársele.
En la
capital le sorprenden las muchachas que estudian: “Prestan un encanto singular
a Madrid, con sus boinas inclinadas, sus impermeables azules, blancos, rojos,
violetas y sus brillantes botas de amazona”. Al verlas del brazo de sus amigos
estudiantes, con libros en la mano, gorjeando alegremente por las calles, le
parece que la igualdad de la mujer está a punto de conseguirse.
A los
cafés, como no podía ser de otra manera, dedica muchas páginas. Los hay
“miliunanochescos” con “enormes columnas transparentes llenas de pájaros,
inmensas peceras, por donde van y vienen peces vestidos de escamadas soirées,
enloquecedoras combinaciones de espejos y de luces difusas de todos los tonos,
planos superpuestos que marean, porque por instantes nos parecen sentir encima
toda la multitud que llena el café. Sí, multitud, porque en estos cafés caben y
están continuamente cerca de mil personas”.
En la
España que vio Suero a comienzos de 1936 no era inevitable la guerra civil. La
crónica de la jornada electoral, que dio el triunfo a las izquierdas, termina
con las siguientes palabras: “Quien, como yo, ha visto a este pueblo en esta
hora, tan enérgico y digno, resolver su destino futuro con calma ejemplar,
tiene que tener confianza en el mañana de España”.
No,
el futuro no estaba escrito ni antes ni después de las elecciones. Gil Robles
se veía como ganador: “Me afirma el triunfo rotundo de las derechas unidas. Se
solaza después describiendo la organización electoral poderosísima de Acción
Popular, que ha lanzado al país cuarenta millones de pasquines, y organiza
actos como el que esa noche tendrá lugar, en que su discurso será transmitido a
doscientos teatros de España, fusionando para tal efecto todas las líneas
telefónicas del país. Me dice que solamente Hitler ha podido movilizar un tren
de propaganda de esta magnitud”. Duda Suero del republicanismo de Gil Robles,
considera que tras su partido “el belfo del Borbón expulsado acecha ansioso”.
Pero lo más probable es que, de haber triunfado, hubiéramos tenido en España un
régimen como el de Salazar.
No
menor interés que las entrevistas con los políticos –que nos hablan de las
muchas Españas posibles en aquel momento, cuando todos los caminos parecían
abiertos– presentan las dedicadas a escritores, llenas de novelería y de
pequeños detalles exactos. Suero concede un gran protagonismo a la nueva
generación, que es también la suya, capitaneada por su admirado García Lorca,
sin olvidar a Alejandro Casona “flamante esperanza de la escena hispana”.
España
levanta el puño es un libro esperanzado
e ilusionado. Todo era posible todavía en febrero de 1936, aunque ahora
nosotros no veamos en los acontecimientos de entonces más que presagios de lo
que habría de venir.
Una
obra maestra del periodismo que nos habla de la España que fue y de la que pudo
haber sido.
José Luis García Martín (agosto 2015)
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