La Ilustración
y por qué sigue siendo importante para nosotros
Anthony Pagden
(Autor/a)
Pepa Linares (Traductora)
Alianza Editorial S.A.
Madrid, 2015
542 pp.
Colección: Alianza Ensayo
Precio: 32,00€
I.S.B.N.: 978-84-9104-056-9
Libertad de pensamiento y
expresión, derechos humanos, fe en la razón y el progreso, el valor de la
investigación científica… son sólo algunas de las ideas que se desarrollaron
durante la Ilustración y que transformaron para siempre el panorama intelectual
del mundo occidental. El presente libro cuenta la historia de cómo nació la moderna
concepción occidental del mundo; cómo y por qué el ideal de una sociedad
universal, global y cosmopolita se convirtió en una parte fundamental de la
imaginación occidental. La “nueva ciencia” desarrollada por los eminentes
pensadores de la Ilustración condujo a una visión universalizadora de la
humanidad —formada por individuos autónomos, libres de los constreñimientos
impuestos por las costumbres, los prejuicios y la religión— que buscaba
deshacer las barreras que otras generaciones habían intentado levantar entre
las distintas culturas del mundo. Pero las ideas ilustradas van más allá del
“imperio de la razón”: comprenden el reconocimiento de los lazos que nos
vinculan a todos los seres humanos. Y, como sostiene persuasiva y
apasionadamente Anthony Pagden, constituyen un legado que merece la pena
preservar.
Anthony Pagden combina una brillante investigación sobre los
elementos distintivos del fenómeno de la Ilustración con una apasionada defensa
de sus aportaciones
«Hoy en día, la parte más educada
de la población, al menos en Occidente, cree en la posibilidad de mejorar el
mundo en el que vivimos mediante la ciencia y el conocimiento; y cree también
en la existencia de una naturaleza humana muy parecida en todas partes; en que
la justicia que vale para los alemanes vale también para los hausa; y en que lo
que quiere para sí mismo un hombre puede quererlo también una mujer.
Esto es, aunque ni niegan la
importancia de las culturas ni el respeto a las diferencias, solo las aceptan
cuando esas culturas se atienen a unos niveles mínimos de ética que todo ser
racional es capaz de entender. Y creen que, si bien muchos de los derechos que
disfrutamos nos vienen dados por los Estados en que habitamos, nos asisten
también otros en virtud de nuestra condición humana. Y nos asisten tanto si
hemos nacido en Madagascar como si somos mexicanos, hombres o mujeres, negros o
blancos, cristianos, musulmanes o hindúes. Nos asisten sola y exclusivamente
porque pertenecemos a la especie homo
sapiens sapiens, con todo lo que esto implica. Si pensamos así es gracias a
la Ilustración». Quien esto escribe, casi al final de un libro inmenso, no solo
ni sobre todo por sus 542 páginas plenas de cultura filosófica e histórica, es
Anthony Pagden, profesor en Oxford, Cambridge, Harvard o John Hopkins, quien
combina una brillante investigación sobre los elementos distintivos del
fenómeno de la Ilustración con una apasionada defensa de sus aportaciones, sin
las que sería inconcebible el mundo en el que vivimos: el laicismo, los
derechos humanos, el cosmopolitismo, la confianza en la ciencia, el
racionalismo, o la economía de mercado:
«Si nos consideramos modernos,
progresistas, tolerantes y, en general, de mentalidad abierta, si no nos asusta
la investigación de las células madre y sí las creencias religiosas
fundamentalistas -subraya Padgen- tendemos a considerarnos ilustrados». Por eso,
aunque el título original del libro en su edición inglesa es solo La Ilustración (The Enlightenment) no puede considerarse más que un acierto la
decisión de Alianza Editorial de añadirle un subtítulo (Y porque sigue siendo
importante para nosotros) literalmente tomado de la frase con la que el autor
lo cierra. Y es que Padgen, que profundiza en el movimiento ilustrado a partir
de sus aportaciones esenciales (desde la ruptura radical con el mundo
petrificado del Ancien Régime hasta
la importancia del racionalismo científico, pasando por la defensa de la gran
sociedad humana o por aquella centralidad de la empatía a la que, siguiendo al
Adam Smith de la Teoría de los sentimientos morales, dedicó Lynn Hunt hace años
un libro inolvidable: La invención de los derechos humanos), los reivindica en
un momento en que el huracán de libertad que supuso la Ilustración se ve
discutido.
No solo desde ciertos sectores
académicos (por ejemplo, por muchos de los llamados comunitaristas), sino también desde los movimientos sociales o
políticos que se le enfrentan a lo pequeño (el creacionismo, la reacción frente
a las vacunas o el fundamentalismo de los telepredicadores) y a lo grande: el
renacer de los nacionalismos identitarios y excluyentes o el fundamentalismo
islámico, con los que, desde lugares y posiciones divergentes, se dirige fuego
de mortero contra el espíritu ilustrado y sus conquistas. Contra una sociedad
en la que, como dejó escrito Immanuel Kant, «el hombre aún no siendo bueno por
sí mismo, se verá obligado a ser un buen ciudadano».
Roberto L. Blanco Valdés (2015)
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