Coronel Segismundo Casado López
Defensor de la justicia, la libertad y
la República
El
final de la Segunda República
Pedro
López Ortega
Ediciones Espuela de Plata
(Editorial Renacimiento)
Col. España en Armas, nº 41
Valencina de la Concepción (Sevilla)
461 pp.
21,90 euros
ISBN 9788417146474
En
la noche del domingo 5 de marzo de 1939 se abrió un nuevo capítulo en la
historia de España al ser asumido el poder del Gobierno por parte del Consejo
Nacional de Defensa, dirigido por el coronel Segismundo Casado. El coronel
Casado fue jefe de la Guardia Presidencial de Niceto Alcalá-Zamora y
posteriormente de Manuel Azaña al iniciarse la guerra civil española en 1936, y
jefe de Operaciones de Estado Mayor, Director de la Escuela de Estado Mayor,
Inspector General de Caballería, jefe del Ejército de Andalucía, jefe del
Ejército del Centro y Consejero de Defensa del Consejo Nacional. Asumió las
consecuencias de las decisiones que tuvo que tomar, y fue un militar respetado
y admirado por todos, que, luchando en defensa de la República, trató de
minimizar la masacre final en una guerra que estaba inevitablemente perdida. En
la hora postrera, encarnó el realismo y el sentimiento humanitario frente a la
insensatez y el fanatismo de otros. Quiso poner fin a la guerra de un modo
pacífico y digno, y si no lo logró fue por la intransigencia y soberbia de los
vencedores. De lo que no hay duda es que su desesperado gesto salvó muchas
vidas humanas. Los que se acerquen, libres de prejuicios partidistas, a este
diálogo con la obra memorialística del coronel Casado convendrán en que sus
motivaciones patrióticas están fuera de duda y que, en aquella difícil
coyuntura, actuó con honestidad y valor.
Pedro López Ortega es catedrático de Bachillerato y abogado. Se licenció
en Teología y en Filosofía en la Universidad Pontificia de Salamanca, y en
Derecho en la Universidad de Valladolid (Facultad de Burgos). Ejerció la
docencia en el Instituto de Bachillerato Cardenal Sandoval y Rojas de Aranda de
Duero, en el Instituto de Yurre (Vizcaya), donde desempeñó entre 1975-1977 los
cargos de jefe de estudios y director, y en el Instituto Félix Rodríguez de la
Fuente, en Burgos, donde fue su director desde 1978 a 1980. Posteriormente, se
trasladó al Instituto Comuneros de Castilla hasta su jubilación en el año 2006.
Fue Inspector de Bachillerato en Santander desde 1981 a 1984, y ejerció la
abogacía desde 1990 al 2000 como asesor jurídico del Sindicato de Profesores
Estatales. Lo que ha movido al autor de este relato es el propósito de ofrecer
a sus lectores un antídoto contra esa enfermedad del alma de los que
presumiendo de conocer el pasado lo manipulan, proyectando sobre la pared de
sus escritos, al igual que sucede en la caverna de Platón, la sombra de una
realidad falseada por unos prejuicios ideológicos descomunales.
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